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No se puede defender a los ciclistas que se dopan, ni a los deportistas que manchan su profesión haciendo trampas, pero el caso del ciclismo es flagrante. La hipocresía parece que nos ha invadido a todos; empezando por los profesionales, pasando por los periodistas y llegando a los simples aficionados. Señores, aceptemos de una vez que no hay ser humano que aguante diez jornadas seguidas de 200 kilómetros a ritmo frenético, subiendo puertos y encima atacando de salida. Para ello es imprescindible cuidar al cuerpo humano de manera especial. ¿Eso es dopaje?. Pues depende de la norma establecida, y ahí está la clave de la cuestión. O todos aceptamos de una vez que los ciclistas son humanos, que no puede correr tanto, hacer tantos kilómetros, atacar siempre y ganarlo todo, o empezamos a hablar abiertamente las sustancias que se utilizan para el cuidado y recuperación de los corredores, estableciendo las verdaderamente dañinas para el cuerpo humano. No olvidemos que si doparse es hacer trampas, es porque los demás no pueden hacerlo. Si todos parten en igualdad de condiciones ¿Acaso es hacer trampas?
Llegados a este punto se puede afirmar que las reglas antidopaje están para preservar la salud. Absolutamente de acuerdo. Pero en el caso de la EPO, en todas las carreras se hacen antes y/o durante controles de sangre para establecer el nivel de hematocrito de cada corredor, el cual no debe superar el 50% por cuestiones de salud. Hasta hace unos años si un ciclista daba más de esa tasa en un control, era obligado a abandonar la carrera en la que participaba y a descansar dos semanas hasta recuperar el nivel normal. Pero desde que los nuevos controles detectan la EPO, si hay indicios de la utilización de ésta, se considera dopaje y te sancionan dos años, como a Heras.
La reflexión es la siguiente y plantéa una cuestión al aire para pensar. Si la EPO se utiliza tan frecuentemente en el ciclismo como testimonios como el de Manzano apuntan, ¿Por qué no nos dejamos de hipocresías y se legaliza mientras no se supere el 50% que perjudica a la salud, caso en que se haría descansar dos semanas al corredor sin sanción? ¿No acabaría esto con las tan comentadas trasfusiones de sangre que dejan las venas de los ciclistas como coladores?. Quizás desde el punto de vista médico esta hipótetis es una absoluta aberración, pero el objetivo debe ser plantear algo que termine de una vez por todas con la hipocresía y la picaresca que se está cargando un deporte tan bello como el ciclismo. Eso por no hablar del mercado negro de sustancias prohibidas...
En resumen, la pérdida de Heras nos duele, tanto o más que otras. Así que pedimos a quien le toque que reflexione, que piense en los problemas y en posibles soluciones, que intentemos entre todos slavar un deporte gravemente herido desde julio de 1998. Profesionales, periodistas y aficionados, empecemos a hablar claro de una vez, por el bien de todos. Quizás el propio Heras podría ser el primero...
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