Ha muerto Jesús Rollán. La noticia nos sorprendía este sábado a todos llenándonos de amargura. No es necesario explicar aquí quien fue Jesús Rollán. Si tienes más de veinte años sólo basta decir que era aquel tipo de gorro rojo con orejeras que lo paró todo en la final olímpica de waterpolo de Atlanta 96. Aquel con el que tantos gritamos aquella noche descargando la adrenalina tras un agónico y maravilloso partido ante la selección de Croacia, si la memoria me respeta. Un gigante, un crack, un madrileño que se coló en un deporte "de catalanes" para convertirse en su símbolo junto al gran Manel Estiarte. Otro mito del deporte que nos dejó por la puerta de atrás. Y ya van demasiados.
Podríamos escribir ahora más cosas de Jesús, de Barcelona 92, de su quinta y de lo que significó para el deporte español. Pero lo que nos pide el cuerpo es gritar la incomprensión de tanto ídolo que se nos cae. De tanto gran campeón que nos abandona desde el lodo de una muerte ruín y antagónica al tamaño de su aura. Y es que, por desgracia, Jesús Rollán no es el primero, sino uno más de una lista que empieza a hacerse demasiado grande. Muchos no pudimos reprimir una lágrima ingenua cuando nos enteramos de la muerte de Marco Pantani en un hotel de Rávena. Poco después vino el mazazo del fallecimiento de "Chaba" Jiménez en similares circunstancias, con hotel y sustancias psicotrópicas incluídas. Y este fin de semana la historia se repite. La sombra de la depresión y el sufrimiento, que acaba con otro excelente deportista.
Un pregunta se viene entonces a la mente de cualquiera: ¿Por qué?. Durante estos días hemos escuchado explicaciones para todos los gustos, pero ninguna realmente válida y profunda. En realidad, nadie puede tener una explicación para algo así, fuera de las circunstancias personales de casa caso. Por ello, quizás la pregunta que podemos formularnos es ¿Cómo evitarlo?. Entorno a esto hablaba hoy el Presidente del COE, quien explicaba que, lamentablemente, son muchos los grandes deportistas que no son capaces de asimilar su reinserción a la "vida normal" tras abandonar la élite competitiva. De hecho, el propio COE paga el tratamiento psicológico de grandes ex-figuras del deporte que viven profundas depresiones. Éste era el caso de Rollán. Aquí lamentablemente ha servido de poco, pero en otras ocasiones el resultado ha sido muchísimo mejor, como con el ex-futbolista internacional Julio Alberto. Como añadía el Presidente del COE, estas labores son importantes, pero de poco sirven sin una concienciación colectiva de ayuda a estas personas. Él pedía un mayor compromiso de la gente y, sobre todo, de la prensa para no alzar ídolos de un día para otro y abandonarlos al olvido cuando sus vidas profesionales terminan: "Hay que intentar prolongar el respeto y el reconocimiento de estos grandes deportistas, debería ayudarles a proyectar sus valores de sacrificio y superación en su vida diaria tras la gran competición". Desde luego es una opinión respetable y puede ser el principio de una solución. Pero probablemente siga sin bastar con eso. Al menos no debemos de olvidarnos de estas cosas y, cada uno en su pequeño mundo, intentar reflexionar sobre las razones que llevan a esto. Quizás ese pueda ser el mejor homenaje que, hoy por hoy, podamos darle a Jesús. Descanse en paz.
1 comentario:
Descanse en paz...
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