martes, mayo 23, 2006

Hicham I, El Grande


Cuando el lunes por la noche María Escario anunciaba en el telediario la retirada de Hicham ElGuerrouj, decenas de imágenes se pasearon por mi mente; La más clara, quizás fue la de un hombre sonriente, feliz, con dos medallas de oro al cuello atendiendo a los periodistas en un sala anexa al Estadio Olímpico de Atenas. Era el verano de 2004 y el atleta marroquí por fin conseguía el sueño que tanto se le había resistido...
El joven Hicham, un escuálido mediofondista marroquí, más en el tipo de los corredores argelinos que en el de compatriotas como Said Aouita, llegaba a las pistas mundiales a principios de los noventa, cuando la prueba reina del 1.500 estaba dominada por un génio del tartán llamado Nourredime Morceli, a quien intentaba hacer sombra un correoso atleta español, nacido en Soria y que había sorprendido a medio mundo venciéndole en la final de Barcelona 92. Se disputaban los Campeonatos del Mundo Outdoor en Stutgar (1993) y todo el mundo esperaba un nuevo duelo entre Morceli, Cacho y el ruandés Niyongabo, cuando el joven marroquí irrupió en la escena mundial con una carrera soberbia en colocación, fluidez e inteligencia, que sólo fue superada por el genio del argelino. Era la primera medalla de ElGuerrouj y la candidatura seria al estrellato del medio fondo mundial.
En los Campetonatos del Mundo de Gottemburgo de 1995, continuó la progresión del marroquí subiendo a un cajón que comenzaba a hacerse habitual (Morceli, ElGuerrouj, Cacho). Pero el gran reto para Hicham era el título olímpico, estaba preparado como nunca, conocía ya perfectamente a sus rivales y era el momento idóneo de plantar cara al imbatible argelino. La tensión de aquella carrera en Atlanta fue indescriptible: toda África esperaba el gran duelo entre los dos colosos, mientras España miraba al Tigre de Ágreda en busca de una nueva medalla olímpica. El pistoletazo de salida pareció espolear a Morceli, que no quiso caer en el error de una carrera lenta como en Barcelona y buscaba con aínco la única victoria que faltaba a su palmarés. El Guerrouj rápidamente siguió su estela, decidido a marcarle de cerca pero sin darle un relevo: el plusmarqusita mundial y campeón del mundo debía llevar la responsabilidad. Y trás Hicham, Fermín Cacho, con buenas piernas y mirando insistentemente para atrás...
La carrera, de ritmo vivo, llegó al paso del último ochocientos, donde Morceli frenó el ritmo impuesto agolpando a los atletas de cabeza, ElGuerrouj, que parecía su sombra aquella noche, prácticamente chocó con la espalda del argelino: estaban demasiado juntos. Y al paso por meta Morceli arrancó con fuerza. Hicham había olido su ataque y, pegado al plusmarquista mundial, se disponía a contrarrestarle con un cambio endiablado cuando la mala suerte se cebó en su persona, enganchándo su pie con el de Morceli y llevándolo a rodar por el tartán de la pista norteamericana. Con la suerte del campeón de cara, Morceli voló para llegar el primero por delante de un Fermín Cacho que pudo con suerte sortear la caída del marroquí, pero cediendo unos metros claves en la lucha por el oro. ElGuerrouj se prometió a sí mismo aquel día, no volver a perder una carrera de "milqui", ser el número uno indiscutible y arrebatarle el record a Morceli. Pero no sabía que había nacido una maldición...
Los mundiales de Atenas de 1997 se convirtieron en el principio de la era Hicham. Tras una temporada de dominio espectacular, el marroquí, invicto, se paseó por el tartán ateniense para coonseguir su primer oro al aire libre, en lo que fue la caída del trono del gran Morceli. Después, en cada reunión, el record del argelino temblaba, hasta que cayó de forma irremediable a manos del marroquí, que lo llegaría a dejar en un vertiginoso 3:26.00. Era el mejor, sin duda, y lo demostraba en cada cita. Como en el mundial de Sevilla 99, donde ganó la final más rápida de todos los tiempos por delante de la joven promesa keniana Nohan Ngeny y de la armada española con Estevez, Cacho y Díaz. Pero la maldición olímpica le estaba esperando en Sidney al año siguiente donde, a pesar de llegar invicto desde 1997, haber marcado tiempos estratosféricos en 1.500, la milla y el 2.000, y ser el máximo favortio, fue derrotado en los últimos metros de una carrera increíble por el keniano Ngeny, convertido en verdugo y odiado por los aficionados que desaaban ver por fin a Hicham con su medalla olímpica.
En los años siguientes el marroquí volvió a poner las cosas en su sitio, sin perder más carreras, volando en las pistas y sumando más medallas a su impresionante palmarés. Era el rey indiscutible del milqui, donde no tenía rival, así que en 2003 se planteó un nuevo reto: correr el 3.000 y el 5.000 con la vista puesta en los que serían sus últimos Juegos: Atenas 2004. Un mes antes de la cita ateniense Hicham tomó un decisión valiente. Se la jugaría a doble o nada. Tenía que acabar con la maldición olímpica a lo grande y se inscribió en dos pruebas: 1.500 y 5.000.
a medida que se acercaba la fecha, los rumores indicaban a que correría primero su "milqui", del que llevaba dos años desaparecido y, según como fuera, luego intentaría el 5.ooo. Muchos interpretaron esto como un acto de cobardía de ElGuerrouj, que huía del nuevo ídolo del fondo mundial e imbatible Kenenisa Bekele. Pero estaban muy equivocados.
Hicham, "con la ayuda divina" corrió el 1.500, hizo una carrera perfecta en su ciudad mágica, se lució como una gacela sobre el tartán y consiguió romper el maleficio y colgarse la medalla más importante de su vida. La imagen de ElGuerrouj llorando arrodillado sobre la pista olímpica pasará a al historia. Pero los grandes no sólo lo son por sus condiciones, sino por su espíritu. E Hicham, grande entre los grandes, decidió enfrentarse a Bekele. Podía haberse ido con su medalla de oro, con el fin de la maldición y con la alegría de todos: pero quería más. Lo tenía todo en contra, nadie apostaba por su victoria contra Bekele, nunca le había batido... pero el destino le debía una. El sprint con Bekele en la última recta en Atenas es de las cosas más emocionantes y hermosas que se han visto en una pista de atletismo. A la llegada, Hicham besaba la cámara de Televisón indicando un dos con sus dedos. Su alegría era la de todos.
ElGuerrouj ya no volvió a correr. Recogió en España el Príncipe de Asturias de los deportes y esta semana ha decidido abandonar las pistas para ver las carreras desde el Olimpo, el lugar que merece.

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